El domingo hice mi 1ª media maratón. En Barcelona y con un día espectacular, lo que se suele decir un día típico de primavera, una suave brisa por la ciudad y un sol radiante que iluminaba las calles por donde iban a pasar miles de zapatillas y también las más rápidas, las del keniata Abel Kirui que paró el crono en 1h 00´28", el récord de la mitja marató hasta hoy.
El día anterior todo fue sobre ruedas, tenía fiesta en el trabajo y que mejor, que disfrutar de un día en el zoo con la familia y de un descanso por la tarde. Quizás esto último no fuese lo mejor, quería estar bien en la media y pensé que al descansar estaría fresco para el día siguiente, pero lo que no sabía era la noche que iba a pasar de nervios sin poder dormir y con algún que otro contratiempo nocturno.
Me desperté cansado pero con las ilusiones puestas de hacer esta carrera lo mejor que pudiese, las sensaciones no eran muy buenas pero había que intentarlo. La cosa se empezó a torcer cuando mi mujer no pudo acompañarnos a esta carrera, una de las cosas que más me animan cuando corro es verla, y sabía que esto no sería bueno.
Llegué 30 minutos antes de que empezase la carrera, un poco justo para calentar, estirar e impregnarme del ambiente. Para colmo me lleve la cámara por si mi padre podía sacar alguna foto y se me olvidó la tarjeta en casa.
Una vez ubicado en la salida intenté concentrarme en la carrera, pero me fue imposible. Antes de salir miraba a uno y otro lado por si veía a mis hijos, pero entre tanta gente era una tarea difícil.
Dieron la salida y comencé mirando mi GPS los primeros metros para intentar coger un buen ritmo, decidí intentar no bajar de 4´30" e intenté disfrutar de la carrera. Pero nada, me encontraba cansado, preocupado en como estaría mi mujer y si los niños les darían muchos problemas a mis padres.
Comenzaron a pasar los kilometros y seguía sin estar bien, poco a poco nos acercabamos a Arco de Triunfo donde albergaba alguna esperanza de ver a mis peques y a mis padres. Pero tampoco, no era el día, pasé por allí esperando oir algún grito de ánimo de ellos que me hiciese tener alguna alegría y así aliviarme los 12 kms. que aún quedaban por delante.
Con resignación y sabiendo que el único sitio donde los podría ver era en meta, volví a concentrarme e intenté acabarla al mismo ritmo que no había dejado desde que salí del Paseo Pujades, pero como no, si todo se estaba torciendo porque no la carrera. Km. 17 miro el reloj marca 188 p.p.m. me asusto, la cosa no va bien, intento bajar un poco el ritmo pero las pulsaciones siguen sin bajar. Intento no pensar, no quiero darle más vueltas a las pulsaciones, ya no quiero más preocupaciones, quiero acabar y ver a los míos.
Faltan 500 metros, que lo voy a conseguir es evidente, por fin una alegría, pero no veo a nadie en la recta final, me siento solo y vacío. Veo la meta, me acuerdo de ella, hoy le dedico mi carrera, hago un corazón con mis manos intentando que alguna camara lo capte para enseñarselo en casa. Entro en la meta, mi corazón empieza a recuperarse, miro el pulsometro y veo asombrado que llevo toda la carrera, desde el km. 1 hasta el final, entre 185 y 195 p.p.m. una barbaridad.
Llego al puesto de medallas, me dan una y me felicitan, pero hoy la felicidad no es completa. Cojo fruta, agua y bebida energética, se acabó el correr por hoy, voy despacio, mirando entre la gente. Veo a Kirui, se hace fotos con aficionados, pero yo no, me hubiese gustado pero no era el día, ni tampoco tenía la cámara así que intento buscar a mis padres y mis hijos, pero nada.
Bajo hasta llegar al Paseo Pujades, por fin una cara conocida, Mumble, el perro de mis padres, sigo la cuerda y lógicamente mi madre con mis hijos, me acerco pero nadie se percata de mi presencia, están buscándome entre los corredores que entran. Toco el hombro de mi madre, se sorprende, me pregunta si he visto a mi padre, había ido para hacerme una foto, lógicamente tal y como había ido el día no me vió. Cojo mi teléfono y llamó a mi mujer, la quería or, necesitaba oírla. Le digo que todo acabó que ha ido bien y que voy para casa, nos emocionamos, ella quería venir aun estando mala y yo quería que viniese, pero no podía ser.
Bueno después del día que pasé lo único que se salvó el tiempo que hice 1 h. 34´ 20", un tiempazo, pero no me hubiese importado hacer más tiempo y disfrutarlo más como siempre.
SALUD Y KILOMETROS!!!
Hola Javi... Excelente crónica amigo!!
ResponderEliminarTe felicito por tu rendimiento, pero mucho más por tus ganas de siempre.
Un abrazo desde esta calurosa Buenos Aires.
Gracias Lucho!!
EliminarAhora mismo te cambiaba Buenos Aires por Barcelona, QUE FRIOOOO!!! Lo mejor que ya vamos de cara a la primavera y empezaremos a quitar ropa, para ir más ligeros y hacer mejores cronos, jajaja.
Bueno de momento los controles van bien, ahora faltan los 2 examenes finales, Barcelona y Madrid, con ganas de ver lo que sucede, de momento inmejorables sensaciones.
Un abrazo enorme desde la gélida Barcelona.
Enhorabuena Javi. Emocionante relato. Nadie como nosotros sabe lo que es conjugar cabeza y cuerpo. La dificultad de equlibrar ese binomio cuando además un ser querido no está cerca sino que además no se encuentra bien. Eres un campeón y así lo demuestra el superar las adversidades. Es para estar orgulloso. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarMuchas Gracias Carlos!!!
EliminarSi no fuese por mi familia y por los que me apoyais, esto sería más duro, está claro que si la cabeza la tienes en otros sitio que no sea la carrera, las probabilidades de que acabe mal la carrera aumentan en cada kilómetro.
Por suerte de momento eso no pasa, jajaja
Nos vemos pronto!! Una abrazo!!